Dormido V: UN ALTO COSTE

 

(VIENE DEL RELATO DE SEPTIEMBRE DE 2022)

(LEE LA HISTORIA DESDE EL PRINCIPIO)

Máximo llegó a una finca rodeada por un robusto muro de madera, como una fortificación medieval. Se elevó sobre una roca en el suelo y miró por encima de aquella muralla. Adentro encontró todo tipo de armas y artilugios extraños, obras de una mente creativa con conocimientos de ingeniería. Había también vehículos, aviones y barcos, todos fabricados en madera; porque todo, absolutamente todo allí dentro, estaba hecho de madera. Le llamó la atención un barco con bandera española. Con ese trasto, pensó, quizá podría navegar hasta la isla donde la voz le había dicho que estaban las claves de su futuro, y quién sabe si también la puerta para abandonar aquel mundo. 

—Estate bien seguro de lo que quieres hacer —dijo la voz— todo lo que hay ahí dentro tiene un precio. 

Máximo miró a un lado y a otro en busca de un encargado, de un vecino o de quien quiera que estuviera al cargo de todo aquello; pero no encontró a nadie. Sólo halló un cartel inmenso que dominaba lo que parecía ser el portón de aquella fortaleza. Decía así: 


SE VENDE TODO AL PESO. A PARTIR DE 100 KILOS, A DIFERENTES PRECIOS:

100 KILOS POR SU TIEMPO

300 KILOS POR SU CRITERIO

500 KILOS POR SU VOZ

1 TONELADA POR SU DIGNIDAD

MÁS DE 1 TONELADA POR SU SALUD


En cierto modo no parecían altos precios salvo el último, pensó Máximo. ¿Cuánto pesará ese barco? Si está hecho de madera, no debería ser muy caro. 

—Llamaré y preguntaré. Me duele el cuerpo y creo que estoy enfermando —se resignó. Y acto seguido golpeó varias veces el portón con su puño, para ver si alguien al otro lado respondía. Pero no hubo más que silencio. Y cuando Máximo iba a irse, la puerta se abrió sola con un gran crujido de maderas. 

Rápido se acercó al barco y contempló lo que ya se temía, pesaba una tonelada justa. 

—¿Estás dispuesto a pagarlo? —cuestionó la voz. 

—No me parece un precio tan alto. A mis años, poco me importa ya lo que piensen de mi. Si tengo dignidad o no. Hago mi vida y lo demás me da igual. Los demás me importan cada vez menos. 

—Pues me parece todo lo contrario. Creo que estás cegado con llegar a aquella isla y no reparas en lo que todo esto significa. 

Máximo se detuvo un minuto y se sentó. Sabía que la voz estaba en lo cierto. Aquel ente en las alturas continuó. 

—Muchas personas venden cuestiones importantes de su vida para conseguir objetivos fáciles, para lograr ese impulso que creen que necesitan, que les facilita la existencia; pero el precio que pagan es muy alto. Dime Máximo, ¿Conoces gente que haya vendido su tiempo?

—Todos lo hacemos cuando trabajamos. Ese tiempo está perdido para siempre. 

—Es uno de los precios más caros que se pagan en esta vida —contestó la voz—. Luego hay personas ambiciosas que venden su criterio. Que opinan lo que se espera que opinen para formar parte de una comunidad, de un grupo...

Máximo rebajó sus expectativas y se acercó a una pequeña balsa, cogió la etiqueta y la miró: '500 kilos'. Luego reparó en las alturas y balbuceó, carraspeó, resopló... hizo todo cuanto puede hacer alguien que se ha atragantado con un fruto seco; pero sin poder hablar. 

—No lo intentes, aclaró la voz. El precio por esa balsa es tu voz. Hay muchas personas que venden su voz para conseguir cosas que de una manera más lícita les quedan muy lejos en la vida. 

Máximo soltó la etiqueta y tosió con fuerza, sorprendido por el potente efecto de aquella magia extraña. Luego se quedó pensativo, mirando el barco que anhelaba. 

—Perder la dignidad te puede parecer un precio asumible ahora pero... ¿qué pensarás con el paso de los años? ¿Qué ocurrirá cuando una y otra vez te veas obligado a vulnerar tus principios más básicos por culpa de este precio que ahora dices estar dispuesto a pagar?

El hombre no respondió. Se limitó a mirar el barco con tristeza, a sabiendas de que la voz tenía razón y que cualquiera de los productos que allí se ofrecían obligaba a un cargo demasiado valioso. Él, que había peleado toda su vida por sus objetivos, no iba a caer ahora en la tentación de vender sus principios más básicos para usar un atajo. ¿Y pensar que hay personas que venden hasta su salud por ciertos fines?, pensó. 

—Hay mucha desesperación, mucha alma vagabunda —respondió la voz, como si respondiera a sus pensamientos. 

Máximo se fue por donde había venido, cerró el gran portón y continuó su marcha ladera abajo, y más ladera abajo, hasta que llegó a una playa inmensa, justo frente a las grandes rocas donde se escondía el secreto sobre su futuro. Al menos eso le había dicho la voz. 

(CONTINÚA EN EL MES DE NOVIEMBRE DE 2022)
















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