Dormido IV: UN OBJETIVO INASIBLE


 

(VIENE DEL RELATO DE AGOSTO DE 2022)

(LEE LA HISTORIA DESDE EL PRINCIPIO)

—Esta alegoría no la entiendo —balbuceó Máximo, casi sin aire, porque el esfuerzo de la escalada le había robado el resuello. 

—Te ayudaré una vez más —se escuchó en lo alto y luego se hizo un pequeño silencio, sólo roto por el tranquilo rumor del oleaje, las gaviotas, el aire o el sonido del césped mecido por el aire.

Máximo caminó unos pasos hacia delante, hasta que no le quedó espacio para avanzar porque el precipicio se encontraba a sus pies. Luego miró arriba, esperando que la voz le prestase la ayuda que le acababa de prometer. 

—No seas impaciente, sólo quería que disfrutaras de esta maravilla por unos segundos —se escuchó en lo alto— dime Máximo, ¿recuerdas este lugar?

El hombre llenó los pulmones de aire y miró primero alrededor; luego fijó la vista en el horizonte y entornó los párpados, hipnotizado por el intenso reflejo del sol en el mar. 

—Claro que lo recuerdo. Este acantilado existe realmente, en Cantabria, al norte de España —y sus ojos se iluminaron como quien evoca el rostro de su amor de adolescencia, o el plato preferido de su madre; como quien vuelve a revivir el día de su graduación o la primera vez que sintió en sus manos la tibia piel de su hijo—. Máximo extendió su mano derecha sobre las hierbas altas del césped y trató de acariciarlas, pero no sintió nada. 

—¿Hay algo extraño, verdad? Es un escenario real pero en verdad no existe —aclaró la voz desde los cielos. 

—¿Y qué quiere decir esto? —replicó el hombre. 

—Nada, ciertamente. Que no es más que un recuerdo y como todos los recuerdos, a veces están incompletos, o sesgados. 

—No deja de ser mi recuerdo. Nunca le di importancia a esto. 

—Entonces, ¿por qué lo has hecho ahora?

—No lo sé. Esto me parece demasiado profundo. Vayamos a lo práctico. Vengo de una charca que simbolizaba mi vida presente y me dijiste que escalando hasta este lugar descubriría mi futuro... ¿Qué tiene que ver esto con mi futuro? 

En lo alto se escuchó una honda respiración, como si la voz, de nuevo, hiciera un esfuerzo para mantener la calma ante la impertinencia del mortal. Pero al tiempo se percibió cierto descanso, como si de alguna manera hubiera llegado a una conclusión. 

—Ya era hora... —dijo la voz. 

—¿Qué?

—Has hecho referencia a tu futuro. 

—¿Cómo?

Una bocanada de brisa marina refrescó la frente de Máximo y lo reconfortó. Tras ese extraño efecto la voz se escuchó más nítida y al tiempo más cercana. 

—Por una vez no has buscado la forma de despertar, no has insistido en buscar la puerta de salida de este lugar. ¿No te das cuenta? Has preguntado por tu futuro, Máximo. Es eso lo que te inquieta, lo que te quita el sueño por las noches, lo que despierta tu ansiedad y te hace un hombre infeliz. 

—Mi futuro. 

—Exacto. 

El silencio volvió a envolverlos; pero esta vez fue un silencio total, extraño y terrorífico porque ya no se escuchaba el mar, ni las gaviotas, ni el aire o el sonido del césped mecido por el aire. Entonces llegó la revelación desde lo alto. 

—Tu futuro está en algún lugar en las profundidades de aquella isla —y al instante Máximo fijó la vista el gran pedrusco que se encontraba frente a él y que tenía un tamaño muy superior al de los demás– allí descubrirás lo que está por venir. Y allí, también, encontrarás la salida a este sueño. 

El hombre miró al frente y luego al abismo, como si calculara la posibilidad de saltar y nadar hasta su objetivo. 

—No te precipites Máximo. Ningún objetivo importante en la vida se alcanza sin esfuerzo. Tú deberías saberlo bien. 

—No pude evitar pensarlo. ¿Podría morir aquí?

—Podrías saltar y precipitarte. Probablemente despertarías de la impresión, sobresaltado como quien escapa de una pesadilla; pero nunca conocerías lo que esas rocas quieren decirte...

Máximo retrocedió tres pasos, alejándose del acantilado, y se inclinó sobre el césped en un gesto claro de que abandonaba tan loca aspiración. 

—¿Y cómo llegaré hasta allí?

—Quizá dando un rodeo...

—¿Por dónde?

—Vamos a ver qué hay al oeste. 

El hombre obedeció a la voz y comenzó a caminar por el césped hacia donde se ponía el sol. Todo aquello estaba en su cabeza, pensó, pero los pies comenzaban a dolerle, los hombros a pesarle y los músculos le temblaban porque esta suerte de aventura onírica se estaba complicando más de lo que jamás hubiera imaginado. 


(CONTINÚA EN EL MES DE OCTUBRE DE 2022)








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