Dormido III: NO TIENE POR QUÉ SECARSE; PERO, ¿Y SI...?

 




—Se supone que me traes hasta aquí porque esto tiene una simbología, claro... —observó Máximo; pero la voz no se pronunció, conque se acercó hasta la charca y sumergió los pies en el agua fresca.

—¿Qué te sugiere este lugar? —se manifestó al cabo de unos minutos el ente en las alturas. Máximo no contestó. Pensó que era una manera de devolverle al otro el mal gesto de sus reitirados silencios. En el fondo, todo aquel juego le parecía un tanto absurdo— ¿No respondes?
—¿Respondiste tú cuando te pregunté yo al llegar?
—Pensaba que era mejor dejarte reflexionar. 
Máximo se encogió de hombros y se percató de que quizá estaba teniendo una actitud demasiado infantil. Los calores que le producía aquella discusión se sumaron al bochorno del lugar y el sudor comenzó a correrle por el rostro, así que optó por zambullirse en la charca para refrescarse. Luego de unos segundos emergió, se sacudió el pelo y respiró hondo, aliviado.

—No sé muy bien qué puede significar esto. Una cascada de agua fresca que baña una poza agradable. No sé, no me importa mucho lo que quiera decirme pero me quedaría aquí lo que tenga que durar esta dichosa pesadilla, la verdad. 
—No tiene por qué ser una pesadilla, si no quieres; pero...
El silencio volvió de nuevo y en aquel lugar sólo se escuchó el susurro del agua al caer por la pequeña cascada.

—Mira el reflejo sobre el agua —le sugirió la voz. 
Ondulantes, sobre la superficie del líquido, se dibujaban imágenes, más bien recuerdos de la vida de Máximo. Momentos felices de su infancia, su adolescencia, y otros más recientes. Unos se mezclaban con otros, se fundían en caprichosos collages que parecían removerle los sentimientos. 
—Es... es mi vida, en imágenes. 
—Eso parece —se escuchó en lo alto— una vida entera en un espacio tan pequeño. ¿No te parece curioso?
—¿A qué te refieres? —Máximo se vació las fosas nasales, se frotó los ojos, hinchó los pulmones de aire e hizo la plancha en la actitud más relajada que había tenido desde que comenzó esta historia. 

—¿Estás cómodo ahí, perdiendo el tiempo? —le censuró la voz. Máximo reaccionó y se irguió. 
—¿A qué te refieres? Estoy cansado de jugar a los acertijos. Me quedaré aquí hasta que decidas sacarme de este absurdo sueño. 
Nadie respondió en las alturas, y de las imágenes ondulantes sobre la superficie del agua comenzaron a surgir voces, sonidos. Era la banda sonora de cada recuerdo. Eso hizo reaccionar a Máximo y la voz omnipresente recuperó su tono más didáctico. 
—Esta charca es tu vida, la pasada y la que está por venir. 
—¿La que está por venir? No veo el futuro.
—Ese agua aún no ha caído, Máximo. 

Máximo miró la cascada, que continuaba precipitándose sobre la charca y comprendió que su vida duraría lo que ese flujo de agua y las dudas comenzaron a aflorar.
—¿Y si algún día se seca? —cuestionó con la mirada fija en la cortina de agua. 
—Algún día se secará, y tú también te extinguirás. 
—¿Cuándo?
—¿Lo sabes tu? —insistió la voz, tajante— Y entre tanto... ¿Pretendes quedarte ahí parado?
—¿Por qué no? Estoy muy cómodo. 
—¿Pero estás cumpliendo tus objetivos, tus sueños? ¿Crees que encontrarás la salida de este lugar si te quedas ahí descansando? La zona de confort no suele el mejor lugar desde el que solucionar los problemas, Máximo. Y tú tienes mucha querencia a permanecer ahí, pasmado, revisando el pasado una y otra vez. 

El hombre dio un respingo cual si fuera un resorte y se quedó inmóvil, en pie y con el agua hasta la cintura, como si ese razonamiento le hubiera producido una sacudida eléctrica. 
—¿Vas a esperar a que se seque la cascada sin ver lo que hay ahí afuera, en lo desconocido?
Tan bien comprendió Máximo lo que acababa de explicarle la voz, cuyas palabras estaban cargadas de simbolismo, que no vio oportuna la réplica. Sólo pasado un rato se sacudió el agua del pelo, se frotó los ojos como quien se despereza tras un sueño y se volvió de nuevo sobre la cascada. 
—Escalaré ese lugar para ver qué hay en lo alto del salto de agua. Quizá allí esté la puerta hacia mi mundo. Creo que prefiero ir en busca de mi futuro en lugar de esperar a que caiga. 
—Mmmmm —se escuchó en las alturas— Eso está mejor Máximo. Mucho mejor. 

Y así lo hizo el hombre, que escaló por el risco, aferrándose a las rocas y a las ramas de los árboles, arañándose los brazos, hasta que llegó a lo alto de un acantilado. Un peñasco escarpado frente al que se divisaba un mar dorado por la puesta de sol y un complejo rocoso de islas salpicando la costa. 










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