UN LUGAR SIN MATICES


   Otras veces había experimentado el mismo sobresalto al despertar de un sueño profundo; pero aquella fue diferente. Le sobrevino también una profunda sensación de frío que le sacudió en un escalofrío. No recordaba cómo había llegado a aquella habitación gélida, donde las luces jugaban con las sombras; y donde no parecía haber nadie más que él y nada más que una mesa con unas copas y una botella de vino. 
—¿Hola? —gritó. Y de fondo se escuchó el aplauso multitudinario de un público ausente. Surrealista e inquietante. 
—Bienvenido Alfonso —anunció un hombre pálido surgido de la oscuridad con rostro envejecido y una piel flácida que al hablar le bailaba bajo la papada como a un pavo— te estábamos esperando. 
—¿A mí? —dijo contrariado, y entonces recordó de dónde venía. Regresaron a su cabeza las imágenes del accidente, el golpe en la cabeza y la pérdida de la consciencia. Se miró el cuerpo, las manos y las piernas. No había color. Todo era blanco y negro. Debía de estar muerto. 
—Evidentemente —zanjó el anfitrión—bienvenido al cielo. 
—¿Y a qué viene este convite? —quiso saber Alfonso. 
—Brindamos porque ahora eres uno de los nuestros. 

Extraño lugar, pensó Alfonso, que aceptó el desafío y brindó con aquel vino que no le supo a nada. 
—Es agua, más bien —protestó Alfonso. 
—Es vino, pero un vino sin vida. 
Inerte, como aquel lugar, que carecía de colores, de olores, de sonidos, de espacio y de tiempo.  
—Esto es el cielo, amigo. Un lugar... sin matices —explicó el hombre pálido. 
—Sin matices...
—Sin sufrimiento; pero también sin gozo. 
Menuda decepción, pensó el recién llegado. 
—Quiero irme —anunció.  
—¿Dónde?
—Quiero vivir. 
—Tienes una nueva oportunidad —le anunció el hombre pálido. 

Alfonso volvió a despertar, esta vez tras una fuerte descarga eléctrica del desfibrilador con el que los sanitarios lograron reanimarle. Habían hecho del cielo un lugar del todo insípido. La vida estaba cargada de desdichas, pero también de placeres. Matices por los que merecía la pena vivirla... Le quedó claro que todo aquello tenía un porqué, pues, de no ser así, ¿cuantos hubieran tomado su decisión?








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