LA PROMESA DE SANTA CATALINA




   A la joven Santa Catalina la mala noticia le llegó un día de los muertos. Se la susurraron al oído con tanta maldad que parecía casi cantada. Sólo la lengua reptiliana de su tía Julia era capaz de hacer melodías con las tristezas del mundo, siempre y cuando no le incumbieran a ella misma, obvio. Su tía era, posiblemente, la peor persona que conocía en este mundo y aquella noche logró que su canción sonara tan bien que casi hasta resultó bella al ritmo de la guitarra del mariachi que en mitad del cementerio buscaba reclamar de vuelta las almas de los que se fueron, como mandaba la tradición. Sucedió en Puente Jula (México) un noviembre de 1846, horas después de que al joven Antonio le hubiera reclamado el Ejército para luchar en la guerra contra los Estados Unidos. 

Santa Catalina le había conocido hacía un año y medio. Tiempo que le bastó para convertirle en el joven de sus sueños, en su ideal de hombre, en el futuro padre de sus retoños... en el sentido definitivo de su vida, sin más añadiduras. Ella prometió esperarle siempre, y cumplió su promesa; pero tristemente Antonio nunca regresó. Murió alcanzado por fuego amigo en medio de una noche en que la luz indecisa de la luna confundía hasta el color de los uniformes. 

Ella no lloró, no se entristeció, solo enmudeció. Todos alrededor se afanaron en hacerle entrar en razón pero ignoraban que Santa Catalina se había hecho una promesa, y la iba a cumplir. Su juramento fue el siguiente: aguardaría lo que hiciera falta, día tras día, año tras año, década tras década, a que su amado regresara del frente. Si no lo hacía vivo, lo haría muerto, y su alma atendería entonces a la llamada de la bella melodía de aquel mariachi al menos una vez al año, en cada noche de muertos. 

Santa Catalina murió precisamente el 1 de noviembre de 1873, sentada en el gran tocón de un árbol caído en medio del cementerio de Puente Jula mientras esperaba, un año más, a que el alma de su Antonio regresara flotando entre los cielos para reencontrarse con ella. Hoy en día, en cada noche de muertos, quienes la conocieron conmemoran aquella fecha tan feliz para la joven. La manera en que las almas de ambos volvieron a abrazarse, volvieron a besarse. Festejan la magia del amor que, gracias a estos dos jóvenes inolvidables, pudo sobrevivir a la misma muerte. 

Comentarios

Entradas populares