EL PESCADOR DE PERSONAS

 


Era un viejo que había pasado toda la vida pescando; pero no en el sentido de la palabra que supone el lector. No madrugaba cada mañana para subir a un bote con el que ir a faenar al mar. Su talento era otro. Él había aprendido a pescar personas. 

Sus condiciones físicas -era bien parecido-; su tono de voz, profundo y a la vez reconfortante; y su talante, tranquilo y amable, le conferían la fachada perfecta para urdir el engaño desde la primera impresión. Todas esas cualidades eran, por así decirlo, su anzuelo. Utilizaba uno para cada caso. Difería si se trataba de un hombre o de una mujer, si la persona era más o menos inteligente, más o menos impulsiva. Si le agradaban las artes o la ciencia, el vino tinto o el blanco. Al cabo de los días, de las semanas y los meses, este hombre se había convertido en su mejor amigo. Tal parecía que se hubieran conocido desde la infancia, que se tratase de almas gemelas. 

Obviamente todo tenía un fin. Este viejo, que fue coleccionando cada anzuelo que utilizó con sus víctimas para reunirlos todos en un grotesco museo de las perversidades en la puerta de su casa, parasitaba a cada persona que engañaba. Se servía de la ingenuidad de cada uno para aprovecharse de su generosidad, de su dinero, de su cuerpo, sus contactos o sus habilidades. Y así lo hacía hasta que la víctima se percataba de la farsa y lo abandonaba. Entonces, sólo entonces, buscaba otra víctima. 

Pero sucede que ese hombre viejo, que hoy recuerda todas sus fechorías sin sentir ningún remordimiento, se encuentra encerrado en casa, triste, y consumido por la ansiedad; presa, sin él saberlo, de una manipulación mayor. Víctima de otra persona, más hábil si cabe que él. Una mujer que hace diez años se convirtió en parte esencial de su vida; que lo pescó como tantas otras veces lo había hecho él; aunque sin utilizar un anzuelo. Le lanzó una red. Una robusta e inmensa red. El hombre, que nunca mordió un anzuelo, no era consciente de que había perdido su libertad. Y así este viejo, que tanto daño había causado a los demás, acabó sus días esclavo, devorado por la inquietud y la tristeza porque no hay castigo más cruel que encerrar a alguien en una cárcel que no se ve. 

#literatura #libros #narraciones @rojojosecarlos

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