CAMUS




   Recuerdo el primer día de rodaje de ‘El prado de las estrellas’. Ansioso, tal como si se tratara de un veinteañero que rueda su ópera prima, Mario alcanzó aprisa lo alto de la colina que da título a la película…

—He perdido el resuello —confesó al equipo, sin poder articular palabra. Comiendo aire, más que respirándolo. No estaba en forma.


Recuerdo también el último día de aquel rodaje, cuando todo el equipo volvió a subir aquella colina con Mario a la cabeza, que fresco y ágil, llegó arriba sin inmutarse. Dos meses de rodaje le habían devuelto la vitalidad. Y es que el cine era para él combustible de vida. 

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