NO FUE EL ÚLTIMO PARTIDO

 


Cuando el viento soplaba del este, el hedor de la fosa común alcanzaba el campo de fútbol. Pero aquel día, como tantos otros, tampoco fue un día triste, porque los vivos sabían que volverían a jugar otro partido. 
Pasarían semanas, meses o incluso años, pero la espera doblegaría al virus y llegaría el momento de volver a domesticar aquel césped, que en su libertad se había asalvajado, dominado por la maleza. 

No era la primera vez que el hombre se sobreponía a los avatares de la fortuna y a las trampas que esconde la vida; siempre había tomado de nuevo las riendas de la Historia. ¿Por qué iba a ser diferente esta vez?

Quizá porque toda esperanza parecía ya perdida. Porque tras la última mutación del SARS-CoV-2, y con la muerte del grueso de la población del mundo, pocos confiaban en el éxito del grupo de sabios que buscaban la cura. La enfermedad cursaba de manera diferente, prolongando los síntomas durante meses para multiplicar las posibilidades de contagio, dejando un reguero de infectados que en muchas ocasiones optaban por colgarse de un árbol, cortarse las venas o atiborrarse a pastillas antes de concederle al virus el honor de terminar con sus vidas. 

Poco o nada llevaba a pensar que habría tregua; que la vida continuaría. Pero aún así los vivos se afanaban en pensar que encontrarían una salida, un modo de sobrevivir, como venía sucediendo desde que hace 350.000 años el curso de la evolución alumbrara el primer homo sapiens. ¿Por qué iba a ser diferente esta vez?

Comentarios

Entradas populares