Muere la persona; nace el superhéroe




John Rambo
Resulta obvio que todo espectador de John Rambo sabe perfectamente lo que cabe esperar de un film así, pero no por ello deja de ser decepcionante que no se contemple siquiera la posibilidad de hacer una película no ya buena, sino al menos decente. En la primera secuencia salta a la vista cuál es la mente pensante detrás de las cámaras (el mismo Sylvester Stallone), pero tampoco hay que exigirle mayor destreza que la demostrada sabiendo dejar hacer a un equipo técnico que muy probablemente sea el responsable de que la película pudiera montarse. Quién no tiene perdón es el ilustre señor que escribió el guión, una bazofia vergonzante donde nada se explica, ni justifica. En el que cuatro detalles insulsos y dos voces en off del protagonista pretenden legitimar en la mayor brevedad posible la cruzada en la que decide aventurarse un Rambo cada vez más contradictorio y ciclotímico. Un carácter en el que muere poco a poco la persona, y toma fuerza un engendro más parecido a superhéroe de cómic. Lejos quedó aquel personaje atormentado y aislado, que luchaba por recuperar la vida que tan lejos le había quedado, un héroe descrito con maestría en la primera película de la saga. Quizá fue eso lo que le faltó al responsable del libreto del guión, estudiar un poco la sutileza y buen hacer del compañero que hace más de 20 años escribió Rambo.
José Carlos Rojo Puente

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