NOCHE DE MAGIA


   Esta es la verídica historia, incrédulos de todo el mundo, de la noche en que David creyó ver lo imposible. Ahora tiene cuarenta y tres años; pero el día en que sucedió era sólo un niño de cuatro. 

Son las dos de la madrugada del seis de enero. Sus tres hijos duermen después de una tarde de histérica fantasía, de ilusión y de emoción; pero también de atascos y colas interminables por la cabalgata. Los tres pequeños, que están soñando, han dejado las cartas a sus majestades junto al árbol de Navidad. Está todo listo. La mañana devolverá a la casa la magia de estos días. La ilusión de los inocentes —piensa el padre—, la misma que le embriagaba a él cuando tenía su edad. Entonces suena una campanilla, o un cascabel; un  trino característico que reconoce al instante...

—Sólo creo haber escuchado este sonido una vez— piensa sobre aquel episodio imborrable de cuando tenía apenas cuatro años. De un respingo se vuelve frente a las escaleras, asustado. Le han entrado sudores. Ese cascabel ha vuelto a sonar la misma noche en que lo escuchó cuando era tan pequeño y desobedeciendo la orden de sus padres bajó al salón de madrugada para comprobar si le habían dejado sus regalos. La misma madrugada de sus cuatro años en que, muerto de sueño y con los ojos nublados por las legañas, creyó descubrir a un rey mago ascender como un relámpago por los escalones al constatar la presencia del niño. 

A David le recorre la espalda un escalofrío. Aquella imagen fue tan real que se irá a la tumba pensando que aquella noche un rey mago le visitó. Por eso hoy no puede evitar encender todas las luces, con el corazón galopando en su pecho, creyéndose un estúpido supersticioso al obligarse a comprobar que efectivamente no hay nadie más en casa. 








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